Artistas: Luis Marín

Los colores no existen. El amarillo, el naranja, el rojo, el violeta, el azul ó el verde, no son más que un producto de nuestra mente. Son una sensación y una interpretación personal de las ondas de luz en colisión. Tu rojo no es mi rojo. Sin embargo, resulta casi imposible concebir nuestro universo cotidiano sin ellos.   

Kandinsky decía que el color es un medio para ejercer una influencia directa sobre el alma. El color es la tecla. El ojo, el macillo. El alma es el piano con muchas cuerdas. Así como cada palabra pronunciada (árbol, cielo, hombre) provoca una vibración interior, todo objeto representado en imagen provoca una vibración interior. No obstante, los tonos de los colores, al igual que los de la música, son de naturaleza más matizada, despiertan vibraciones anímicas mucho más finas que las que podemos expresar con palabras. Cada tono encontrará con el tiempo su expresión en la palabra material, pero siempre quedará un residuo, no expresado por ella, que no es otra cosa más que su propia esencia.

Y es justo ahí, dónde se sitúa esa conexión universal que hay entre el color y las emociones, que es lo que le ha interesado explorar a Luis Marín, fotógrafo Colombiano, radicado hace 14 años en Barcelona.

Su obra parte inicialmente de una estética muy de fotografía de calle, pero poco a poco, su proceso creativo ha ido destilando la contaminación y el ruido, llevándolo a la de-construcción visual de las formas, liberando el color de su contexto objetivo, convirtiéndolo en un protagonista en si mismo, libre de resonar con nuestra psique, sin necesidad de pedirle al espectador ningún conocimiento previo, ni una aproximación racional, simplemente que contemple y se deje llevar.   
Luis Marín